Nada
Sumergida en ese pozo oscuro y frío, comencé a caminar. No había nada. Nada que pudiese alentar una sonrisa. A lo lejos se escuchaba el reiterado lamento de una mujer desesperada. Por más que caminaba, nunca la encontraba. Pero su gemido jamás paraba. Con el mismo tono, la misma cadencia e igual intensidad….
Jamás supe por qué me había marchado de mi mundo. En qué momento aparecí allí, ajena a mi voluntad. Jamás entendí como había ido a parar a un lugar tan sombrío. Quizás fuese lo más parecido al infierno. Pero lo que alcanzaba a comprender es que estaba lejos de mi casa, sola, aterrada, desnuda y muerta de frío. Con esa triste sensación de que nadie estaba a tu lado ni se acordaba de tí, simplemente porque lo que quedó fuera del pozo era una mezquina ficción de mi misma. Suficiente para que los demás no tuvieran la necesidad de preocuparse por mi. Pero mi verdadero yo se marchó al averno con el deseo de que alguien fuese a rescatarle.
Narrativa y «nada»: Yolanda Palomo del Castillo